LAS REBAJAS

Bueno despues de una vacaciones, vengo y como todavía continuan las rebajas, se me ocurre darme una vuelta por mi tienda de toda la vida a ver si queda algo de saldo.
La verdad que yo no se porqué coño tienen que existir las rebajas, si las prendas son las mismas, o ¿acaso nó? me da la impresión de que son un timo, incluso fabrican otro tipo de cosas para estos meses. Pero la cuestión es otra, porque parece que se ha creado una cultura en torno a las rebajas y sobre todo para las mujeres. El primer día haciendo cola frente a los almacenes. Cuando abren la puerta gritan y corren, ( algunas quiza hasta tienen un orgasmo) y se empujan, se arañan, se pisan, se maldicen, serían capaces de matar por una prenda o por llegar las primeras a la sección de ropa. Esto hasta cierto punto como se trata de mujeres contra mujeres, con no mezclarse se hace pago, yo quisiera saber que dicen las feministas al respecto.
Pero lo que ya no me hace ninguna gracia, es cuando estas mujeres, acompañadas de los maridos consentidos van a las tiendas de caballero con ellos y se dedican tambien a manosearlo todo y a rebuscar entra la ropa, NI A ELLAS QUE COÑO LES IMPORTA, a no ser que alguna tambien use calzoncillos que todo puede suceder.
Y ahora el caso: El viernes de la semana pasada, me voy a mi tienda de constumbre, a comprar pantalones. El dependiente que me conoce de toda la vida, me dá unos cuantos para que me los pruebe, pues como estoy mal echo, la mayoria de las veces hay que encogerles. Me meto aL probador con uno y cuando salgo no se como dejo mis pantalones fuera con otros encima de una mesa. Me meto con otros al probador y cuando salgo me doy cuenta que mis pantalones los había cogido una señora para su marido. Yo que la veo le digo: Oiga Señora que son mis pantalones. Y me contesta la tía que nada de eso, que ella los había visto primero. El dependiente se meaba de la risa y yo estirando de los pantalones. Cualquiera se los quitaba a la señora con bigotes y unos brazos de jornalero. Menos mal que llevaba la cartera en uno de los bolsillos, pero la tía ni se disculpó siquiera, es mas me miraba con cara de matachin. El marido de la susodicha, un hombre pequeño, miraba con resignación al suelo, como dando a entender la carga que tenía que soportar con semejante fiera. Ya cuando se iba yo no pude evitar en dirigirme al marido diciendole " Compadre que Dios te ampare" y la tía sacandolo a empujones. Probetico.